#ElPerúQueQueremos

Así caminaba Antauro

Publicado: 2022-09-23


Lo encontré en Pomacanchi. A 3,600 metros de altura, las cuatro lagunas de la jurisdicción de Acomayo reflejaban el sol de mediodía. Algunos hostalitos en la carretera lucían sus avisos para turistas extraviados en ese pedazo noble de tierra y cielo azul de los Andes. Había fuego también: un incendio consumía los cabellos, los pies, los insectos, los árboles y animales de uno de los dioses-montaña que rodean aquellas aguas con peces tranquilos.

Antauro Humala, con bluyín viejo, casaca marrón de cuero sintético y cuello de lana apareció de la nada. Venía del Cusco con sus botas gastadas, rodeado de jóvenes casi entrados en los cuarenta y vestidos de militar.

En la plaza del pueblo surgió un tumulto repentino. Para ver a Antauro asomaron rápido del viento y del fuego, de las casitas de adobe, de las tiendas de abarrotes, de la única chichería, las señoras de polleras raídas y multicolores, los niños de rostros rajados por el sol y el viento frio. Surgieron los lugareños sorprendidos, emocionados, por la visita del ex oficial del ejército peruano a ese rincón del mundo que no ha terminado de romper las tapias de la pobreza, que tiene viva la herida de la colonización. En unos minutos muchas personas se congregaron en la plaza. Brotó una voz tierna de su boca seca:

“He salido de la cárcel, me han encerrado sin justicia, por mentiras inventadas por los malos gobiernos de la republiqueta criolla. Han inventado que asesiné a policías. Miren: aquí están los papeles que prueban mi inocencia. He estado encerrado casi 18 años por esas calumnias. Mi hijo murió mientras yo estaba en presidio. Mis compañeros de celda han sido mis libros y los soldados que se levantaron conmigo en Andahuaylas. Sufrí prisión por pedir que se vayan los presidentes delincuentes, por decir que nuestra patria debe nacer nuevamente sin ladrones, sin gente que no trabaje. Por exigir un nuevo contrato social, una patria distinta y feliz. Debe florecer Tupac Amaru con un nuevo proyecto nacional que salga de estas aldeas. Por eso he sufrido yo, por querer hacer un Pachacutec. Sin destino me han querido dejar los traidores. Pero he vuelto para liberar a las comunidades, a los runas, los campesinos, a los mestizos. De este pueblo soy”.

Mirando, me puse a pensar que algo así habría sido el taki onqoy en 1560. De manera perecida habrían caminado por los ayllus y markas, por estas parroquias pequeñas, Juan Chocne y las devotas que anunciaban el retorno de los dioses verdaderos. Así habrían dicho “Pachaqamac ha vuelto, nuestras huacas han regresado, retorna tú también a nosotros, escapa del sufrimiento, rebélate, renuncia al pecado de Castilla”.

La gente en la plaza era cada vez más numerosa. Escuchaban todos. Aplaudían. Algunos arengaban. Miraban insólitos. Las mujeres de polleras raídas se tomaban fotos con Antauro. Cuando mandó dejar la plaza, varias niñas gritaron en coro “tupananchiskama”.

Por la noche el viento se hizo irascible. El fuego de las montañas crecía con fuerza. Mis ojos quisieron ser las lagunas.


Escrito por

Pável H. Valer Bellota

Un pasajero en tu camino.


Publicado en

Así había sido...

Pensamientos, reflexiones, llamamientos y súplicas de un pasajero en tu camino