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Aquellas estrellas de setiembre con Jarabe de Palo

Publicado: 2020-06-11


Lo vi por última vez en el Kafe Antxokia, en el centro de Bilbao, una noche en la que, gracias a una rabieta de Julieta, me quedé solo cuando Jarabe de Palo, el famoso grupo formado entonces hace ya más de quince años, con éxitos que dieron la vuelta por la Península y nuestra América, dio un concierto en ese antiguo teatro-bar-restaurant feliz, que hoy funciona todavía para mostrar eventos excepcionales como ese.

Regalé la entrada que me sobraba (o la cambié por un Cuba Libre, no me acuerdo). Lo que sí es que Pau Donés estaba en un concierto para unas cien personas que nos habíamos juntado allí. Jarabe de Palo había dispuesto un concierto sin multitudes ni escenarios que separasen al grupo de los músicos y cantantes que finalmente, sin casi darnos cuenta, éramos nosotros mismos. Pedí una cerveza más para olvidar que el metro solo funcionaba hasta las 2am y me puse a cantar con él casi cara a cara. Linda noche con gente normal que me recordó a la fauna hermosa de amigos y amigas alrededor de las fogatas bajo el árbol de capulí, esos años de antes de partir del Perú.

Entonces éramos sobrevivientes, viajantes poetas, músicos escultores, utopías hirvientes, mimos ruidosos y políticos. Habíamos salido vivos de las dictaduras, la hiperinflación, los coches-bomba. Varios de los que conocimos estaban en las cárceles, otros habían sido víctimas de esos tiempos oscuros, algunos se habían “pasado al enemigo” en las filas de aspirantes a pituquería vacía, posición pequeñoburguesa y un buen sueldito. Pero, aun así, los que ya no estaban de verdad sí que estaban en las canciones bajo la música de las estrellas frías de aquel setiembre.

Como en esa noche del Kafe Antxokia, en las reuniones bajo los árboles de los Andes también estaba presente Pau Donés con su música, sus zapatillas usadas, vestido simplemente sin marca. Un hombre sin edad, con la juventud en la cabeza y en sus canciones que nos acercaban a la libertad que por esos años se jactaba de haber dado pasos importantes desde la recuperación de la democracia en España. Nos gustaba su actitud sincera ante la vida frente a los autoritarismos y mandamases de día a día. En su música el amor era una primavera para siempre y la lucha en los actos sencillos de la existencia eran la primavera del amor.

Parecía invencible, o al menos con mucho tiempo por delante, hasta que hace cinco años, en una revisión rutinaria antes de una campaña de conciertos por varios países, los médicos le detectaron un cáncer. Canceló sus contratos con la formalidad de una nota sencilla –“adiós pero hasta luego”– en la que explicó a sus seguidores que sería solo mientras durase su tratamiento. Siempre optimista, sencillo y feliz nos contaba el buen trato que recibía en los hospitales públicos (estatales) de Barcelona. Ojalá pudiéramos decir lo mismo del sistema de salud y las personas con cáncer del Perú, pero mejor de eso no hablar porque siendo esta una nota triste no sirve apenarnos más.

Ayer, el tiempo que le pertenecía a Pau Donés se acabó y se puso a navegar en otras estrellas, dejándonos su música, el recuerdo de su existencia simple de joven para siempre bajo el sol del Mediterráneo. Abandona, aquí en la tierra, la cosecha de pan amb tomaquet y birres frente al mar, la razón que nos invita a la trascendencia en cada acto de la vida simple en la que todo debe ser bonito, y si no, al menos a darle el chance de otra mirada a las cosas que nos parecen feas para encontrar en la simple fuerza de nuestra existencia la luz y la belleza. Todo depende de cómo se mire.


Escrito por

Pável H. Valer Bellota

Un pasajero en tu camino.


Publicado en

Así había sido...

Pensamientos, reflexiones, llamamientos y súplicas de un pasajero en tu camino