Después de la propuesta del presidente Vizcarra de modificación de la Constitución para adelantar las elecciones y acortar en un año el reinado de los congresistas, y de la propia presidencia de la república, los políticos habituales, acostumbrados a las excelencias, los abusos y el aprovechamiento del poder, han levantado sus voces mamíferas defendiendo la “institución parlamentaria” y las formas arcaicas de la “política” peruana.

Por otro lado, la mayor parte de las opiniones meditadas celebran esa iniciativa. El clamor popular le ha reclamado al presidente que cierre el Congreso para que esa tropa de tramposos sea expulsada de inmediato. El hartazgo de los ciudadanos es claro y sincero. Ese Congreso, con esos parásitos de la patria, no va más.

Pero ¿son útiles estas propuestas para las regiones del Perú, para los pueblos y los territorios del corazón del país? ¿servirá que se vayan todos para resolver nuestros problemas? Al parecer, no.

Mientras la política criolla se ahoga en debates sobre cerrar o no el Congreso, sobre adelantar las elecciones, hay en las regiones una sensación de incredulidad y de falta de esperanza en esas querellas entre poderosos, en esas peloteras en las alturas alejadas del verdadero Perú.

Las elecciones adelantadas solo darán una salida a la confrontación entre un presidente solitario y un congreso impresentable. Ambos contendientes comparten la misma lectura colonial sobre el país y similares propuestas económicas de crecimiento de un puñado de inversionistas y funcionarios sin participación democrática de la inmensa mayoría. No son distintos en el centralismo y la explotación de nuestros recursos naturales impuesta en contra de la voluntad de los pueblos. El presidente y los congresistas están en el mismo bando ideológico, económico y político. Son lo mismo.

De manera diferente, los pueblos del Perú requerimos una nueva Constitución Política que desarrolle la democracia para frenar el abuso centralista del poder. Los pueblos del Perú necesitamos ¡Soberanía Regional!

La soberanía, ese poder del pueblo que no admite más autoridad que su voluntad democrática, que es la base del Estado democrático, le ha sido arrebatada a las regiones, mediante un modelo político centralista que favorece la expropiación de la riqueza y los recursos de los peruanos. En ese diseño, los políticos y burócratas de cúpula toman las decisiones más importantes para nuestros territorios a miles de kilómetros, sin conocer nuestra realidad y a ocultas de los ciudadanos. El centralismo es ineficiencia y corrupción.

Frente a éste, la Soberanía Regional es progreso, democracia, es autogobierno regional a favor de los pueblos, es reorganización y control democrático del poder por los ciudadanos. Es decidir nosotros mismos qué hacer con nuestros recursos. No es cosa de otro mundo, es la aplicación práctica del constitucionalismo democrático para fundar una sociedad de hombres y mujeres libres en armonía con la naturaleza.

La descentralización con soberanía regional constituye la recuperación de la historia para la conformación de un país feliz, de un Perú de todas las naciones peruanas, de todos nuestros colores y lenguas, unidas en una convivencia más armónica y menos dominadora. Es nuestro futuro.