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Foto: Jose Carlos Rozas carazas

Arrastrar a un policía por el pavimento

Publicado: 2018-11-08


Mentiría si niego que la mayor parte de personas tiene un concepto devaluado de la policía. Los uniformados son vistos con recelo. El imaginario general, abonado por varias de sus propias acciones, los coloca al lado de los poderosos, defendiendo el régimen de opresión e imitando sus formas, tratando de arrancar un pedazo de todos y procurarse unas monedas a como fuera. Mario Vargas Llosa describe cómo le invade un sentimiento de miedo cuando, a diferencia de Londres, en alguna urbe de Latinoamérica se le acerca un gendarme. Luis Hernández, dedica un poema “a todas las cervezas frente al mar y a todos los que, en el fondo, tiemblan al ver un guardia”.

Pero, lo que ha pasado en Cusco hace unos días nos debe poner a reflexionar sobre la justicia de ese imaginario. Sucedió esto: un hombre de una familia influyente y acomodada, después de haber celebrado con copas y cocaína el día de todos los santos, saliendo de alguna discoteca, de amanecida, manejaba borracho y, al ser interceptado por las fuerzas del orden, no tuvo mejor idea de resistirse a la intervención que arrancar su coche a gran velocidad y arrastrar a un policía del brazo que le había atascado previamente al cerrar su ventana.

Las imágenes, crudas y violentas, difundidas en los medios muestran cómo el suboficial –de 29 años y padre de una niña pequeña– es tirado por el automóvil del beodo a lo largo de dos calles, y estrellado sin piedad contra otro carro estacionado, con el fin de librase de él. El cuerpo del guardia vuela varios metros para caer fuertemente sobre las piedras del pavimento de la calle. Ahora, muy mal herido, lucha por su vida en una unidad médica de cuidados intensivos.

¿Está la policía superpoblada de seres no humanos, sin valor, disponibles para cualquier cosa? La respuesta puede ser sí, pero solo desde las ideas de las elites económicas que tienen un concepto desvalorizado de quienes no son como ellos, de las personas que no visten, que no hablan, que no comen igual que ellos. Esta exclusión del otro se expresa mediante actos violentos como el sucedido. Los individuos de segmentos sociales privilegiados se consideran a sí mismos superiores y legitimados para practicar la discriminación y el racismo. Para estos sujetos, los demás somos los cholos que obedecen, y si no lo hacemos, y peor si actuamos desde posiciones que retan su poder como lo hizo el malherido guardia, nos merecemos el trato de pongos de su hacienda llamada Perú.

Por más que la policía, como institución, no despierte nuestro cariño más directo, sus miembros, que son trabajadores como cualquier ciudadano con derechos, obligaciones, alegrías, penas y pasiones, deben ser tratados con dignidad y aprecio. Esos jóvenes agentes del orden, hombres y mujeres, tienen un trabajo difícil y peligroso. Están sometidos a una disciplina jerárquica, debajo de un sinfín de oficiales con poder férreo que ordenan y enseñan a obedecer sin pestañear y que, seguramente en muchos casos, les causan niveles de estrés intolerables. Sus condiciones de trabajo deben ser comprendidas y mejoradas.

El Estado y la jerarquía policial deberían desarrollar acciones para acercar a los agentes al aprecio de los ciudadanos, y dotarles de condiciones seguras y saludables de trabajo. Haría mucho bien la constitución de un Sindicato de Policías para la defensa de sus derechos.


Escrito por

Pável H. Valer Bellota

Un pasajero en tu camino.


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Así había sido...

Pensamientos, reflexiones, llamamientos y súplicas de un pasajero en tu camino